lunes, 25 de marzo de 2013

Una experiencia de deseo

La experiencia en un análisis es inesperada; los momentos difíciles y extremos se atraviesan de maneras singulares. Lo que parece extremo, a veces los pacientes lo viven como una solución, y lo que parece ser algo simple y de fácil desenlace es vivido con una dificultad inaudita. Cada sujeto es un universo en sí mismo y hay, en esta experiencia un lugar para circular por el. La puerta de entrada es la palabra, y su valor necesario para que a manera de viento nos lleve hacia cada destino. Destino que ha dejado huellas para recorrer… Pistas a la espera de ser encontradas… hallazgos que nos sorprenden en un tiempo y un espacio nuevo, distinto del cotidiano en una dimensión que permite sustraernos del imperativo “ahora, ya”. “deshágase a la brevedad de su síntoma”,” cambie su cuerpo, traiga el que tiene, llévese el que quiere”, etc. La Palabra en la experiencia del análisis es el viento que lleva, e impide que se la lleve el viento. La tarea es hacer lugar, ordenando elementos. Cada sujeto es llamado a escribir su poesía… Hay una pregunta que insiste sobre la diferencia entre psicoanálisis y piscología, con frecuencia me invitan a que con palabras simples diga de qué se trata. Lo que me interesa no es dar definiciones, solo establecer que en el transcurso de una terapia psicólogos y psicoanalistas, realizamos una práctica, y en ese hacer reside la diferencia, no es en el ser psicólogos o psicoanalistas, sino en el hacer .Hay psicólogos que con su hacer practican psicoanálisis y hay quienes dicen ser psicoanalistas y su acto no está la altura de esa práctica. Los psicoanalistas creemos en el inconsciente y aspiramos a tocar puntos del inconsciente de nuestros pacientes, cuyo efecto será aliviar su padecer, hacer esto, implica realizar maniobras que dependen de cómo se presenta ese padecer en cada persona. Tocar el inconsciente es abrir cierta dimensión de otra escena, es abrir un espacio que esta obturado por los síntomas, es descifrar los síntomas no perdiendo de vista esa dimensión sintomática que nos orienta. La psicología apunta a la adaptación del sujeto a lo que se espera de él, el psicoanálisis apunta a descubrir que es lo qué se espera de él, para que pueda elegir si está de acuerdo con lo que él quiere. “Si el análisis no ha conseguido hacer comprender a los hombres que su deseo, en primer lugar, no es lo mismo que sus necesidades, y en segundo lugar, que el deseo presenta en sí mismo un carácter peligroso, de amenaza para el individuo (…) entonces me pregunto si alguna vez habrá servido para algo.” * Este párrafo se encuentra en un capitulo en donde Lacan está situando la relación del deseo y la angustia, lo cual no nos parece evidente. El estatuto del deseo en psicoanálisis se refiere a la dimensión de la falta y no de algo que se desea, ya que ese “algo” viene al lugar de un objeto que resulta opaco porque ese objeto es un objeto perdido. Entonces cobra sentido pensar que hay angustia cuando nos confrontamos al objeto de deseo ya que en realidad nos confrontamos con la falta de objeto y esa confrontación resulta amenazante. ¿Esa amenaza de qué orden es? ¿Por qué aventurarse a llevar una vida en el deseo es arriesgado? Cuál es el riesgo? Todos experimentamos cierta paradoja- donde el tiempo libre, los espacios que quedan, los huecos, los fines de semana, las vacaciones, todo eso tan anhelado-, a veces se convierte en un verdadero infierno al cual soportamos más o menos estoicamente. Nos empeñamos en atribuir nuestra conducta a cualquier cosa externa que nos hace daño y por la cual nos encontramos en un estado que nos agobia y perdemos el sentido que alguna vez creíamos tener. Nos quejamos, y nos seguimos quejando, nos encontramos con situaciones que se repiten una y otra vez. Introducirnos en la dimensión del deseo es asumir una carencia y no estamos dispuestos a ello. Y otra vez la carencia, la falta, queda obturada. La forma que tenemos de obturar esa carencia se presenta de uno en uno, y es por eso que, la sorpresa de enfrentarnos a eso, puede ser toda una aventura. Es por eso que el encuentro con un analista también resulta peligroso. *J.Lacan Seminario VIII, La transferencia, pág. 419

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